martes, 19 de octubre de 2010

Al final de una vida aprendí que todos los encuentros son iguales, que la experiencia es siempre propia, que lo mejor se manifiesta cuando verdaderamente estamos solos. También comprobé, que cuando vemos el reflejo de nuestras ideas en la comprensión de otra mirada se afianza y se hace materia el pensamiento. Entendí, que cuando no tenemos nada aún sigue quedando el amor, que luchar no es sólo el camino acertado sino el verdadero sentido de mis pasos necesario. Supe, que aquellas palabras que sugieren pérdida, que el pretérito perfecto cruel que sentencia la consumación de las acciones, donde ya no hay continuidad, se adhiere a mis horas lastrando el vuelo. Conseguí, abstraerme de todo cuanto hiere, de todo cuanto oscurece, de todos los que sin decirlo nos acceden y lentamente anudan pesadas piedras a nuestros pies. Llegué, al final de muchos caminos de arduos pasajes y agotadores senderos, ascendí montañas de hielo y roca, tendí el océano de nubes a mis pies. Concluí, que donde ya no había nada, donde no quedaban señales, escalas ni caminos, donde ya sólo restaba dar la vuelta, que en el lugar preciso del paraíso, allí, todo lo que había era yo mismo.
http://caleidoscopiopoeticosuburbano.blogspot.com
















No hay comentarios:

Publicar un comentario