
Mohamed Bouazizi soñaba con comprarse una camioneta y ampliar el negocio. Desde muy pequeño, su vida había sido esa: comprar fruta y verduras y arrastrarlas en un carrito hasta la plaza principal de Sidi Bouzid, una ciudad perdida en el mapa de Túnez.
Nadie más tiene empleo en la familia. Por la noche compraba la mercancía que vendía al día siguiente. Algunas jornadas ganaba 10 o 15 dinares (ocho euros). A menudo, menos.
La familia Bouazizi, tan pobre como rica en buenos modales, no tiene ni para invitar a un té. Mohamed que dejó una deuda de 150 euros, el dinero que empleó en adquirir la última mercancía, tenía dos hermanos y cuatro hermanastros, que junto con su madre compartían la vivienda.
Muchas veces los policías le robaban el género. Otras lo desparramaban por el suelo y tenía que salir corriendo. Nada extraño en el Túnez rural.
A las 8:30 del 17 de diciembre salió de casa. Como siempre. La policía le pidió dinero para permitirle que siguiera vendiendo, pero él se negó a dárselo. Le intentaro arrebatar la balanza, y Feida, una funcionaria municipal, le dio una bofetada. Feida insultó al padrastro de Mohamed cuando este fue a recuperar su mercanciía al Ayuntamiento, y se volvió a encontrar con la funcionaria, que le cerró la puerta. Mohamed dijo que iba a quejarse al Palacio de Gobierno, y la mujer se burló de él ¿Quién iba a hacer caso a un don nadie? Salió del edificio, compró un bidón de gasolina de cinco litros y se quemó vivo delante de dos policías.
Mohamed Bouazizi falleció por las quemaduras el 4 de eero, a los 26 años.
"Lo que continúa a la historia seguro que lo has visto en los telediarios"
"¡¡¡Apaguemos la tele y encendámonos!!!"
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