
He sido expiado en la madrugada pasada, otra de desgraciados dando zoletazos y políticos volando sobre elefantes de colores. Decidí dar audiencia a esta molestia ya convertida en dolencia crónica y que llevaba camino de concluir en rareza médica. Empezaba siempre igual; en esos momentos en que todavía somos capaces de despegarnos del entorno putrefacto que nos rodea y nuestras pituitarias se liberan del hedor de las toneladas de mierda mundana. Y es entonces cuando esta exposición genera sus nefastas consecuencias. Arranca justo en la superficie del escroto y a la vez en el paladar reproduciendo un sabor a leche agriada....agrio, eso es, todo es agrio, agriamente, agriopancreas, agriotestículo, agrioriñón AGRIOTOOOOO. La sensación empieza a desplazarse en una misma dirección pero en sentidos opuestos, ascendente/descendente y a su paso deja un rastro de heces bílicas que impregnan los tejidos hacia lo profundo, tan profundo que vuelve a ser superficial. Las dos sensaciones son distintas, aunque más tarde se fundan en íntima unión… y hedionda también. Como quiera que el regusto del paladar tiene a su favor la gravedad, recorre más distancia en menos tiempo que el estremecimiento que se inicia en la superficie de los cojones. Y es justo en las tripas donde se entremezclan generando mefistofélicos retortijones. Los reflujos volcánicos desenvocan en regúrgitos teratológicos que dan paso a digestiones vomipurgativas, cargando el ambiente de aire viperino insoportable para el resto de mortales. La escena es propia de un averno dentro de un averno.
Pero como digo, espero haber acabado para siempre con la “molestia”;-hola molestia cómo estás?.... Yo?, yo?, yo me preguntas? Pues.... jodido sabes porqué? Por ti y sabes qué más? Te voy a mata!!!!-.
En pleno proceso de deglución y con sólida intención sajé mi abdomen para dar alumbramiento sin obstáculo a mis tripas corruptas sobre la teluria de un escenario que cerraba los ojos para evitar el testimonio de una catarsis escatológica.
Hendí intestinos: delgados unos, gruesos otros. Aparté restos, deseché los más, muchos otros los volví a ingerir; arrastrado por la vesania, observaba como cíclicamente entraban y volvían a salir de mí, cada vez más irreconocibles. Y allí, de un extremo a otro se extendía la infección, allí vivía y se reproducía sin escollos, como un enorme lombriz insaciable, húmeda, mucilaginosa. –zas, zas, zas, coágulos, eyecciones, supuros, flemas, detritos......- Feneceeeeeee maldita, nunca más hallarás en mí favor alguno, ni amparo a tu devastación!!!!!
La intervención me ha llevado toda la noche y los restos he vertido sobre la miseria que asola las conciencias o mejor las inconciencias, para fecundarlas de verdad, de pútrida verdad.
Ahora, sin entrañas que digieran y aterciopelen todas estas miserias seré implacable. Se acabaron esos esfuerzos, sin los que se hacía imposible respirar; basta de medianías, de transigencias intransigibles, de equidistancias, de mansedumbres que dan campo y pasto a las alimañas desalmadas. Si alguien, en mi presencia, se encuentra de repente nadando en mierda y vómitos deberá saber que es su propia mierda la que lo ahoga: yo desde hoy soy incapaz de digerir. Trago y excreto en un mismo acto. Tal cual entren en mí las miserias saldrán por mi culo, mi boca, orejas y otros medios de evacuación orgánicos. Va a ser divertido.... y provechoso.
Lefákovich
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